PALCO PREMIER: JORGE LUIS TELLES – Tomateros

PALCO PREMIER: JORGE LUIS TELLES

PALCO PREMIER

*La fanaticada encontró a los villanos

*Pudo haber sido; pero no lo fue

*A apoyar al campeón en la SC

Jorge Luis Telles Salazar

La desilusión, la decepción y la frustración invariablemente llevan a la víctima a la búsqueda de culpables para convertirlas en receptoras de las penas de manera implacable. En el caso de la eliminación de Tomateros de Culiacán en el séptimo partido de la peleadísima serie semifinal contra los Cañeros de los Mochis, los seguidores del equipo guinda ya encontraron a los villanos de la película, estrechamente relacionados entre sí: uno de ellos, el manager Enrique Reyes; el otro, el receptor Román Alí Solís.

 En realidad, los managers de cualquier equipo siempre tienen a la mano la justificación de los errores, máxime cuando estos parecen no tener una explicación lógica. Y pueda y tengan razón: solo ellos saben el por qué de sus decisiones, así den la impresión de atentar éstas contra el sentido común.

Alí Solís es un catcherazo, sin duda. De los mejores del beisbol mexicano en cuanto a defensiva se refiere: el cachanilla para todos los envíos del lanzador, más cuando van de “piconazo”, que son los preferidos de todo pitcher para salir de situaciones de extremo peligro. Alí detiene todo. Cuando no es con el guante, es con el pecho, con la rodilla, con el brazo o con la careta. Además de ello, su brazo es formidable: pocos pueden presumirle de robarle una base al receptor de los Tomateros.

Como todo, sin embargo, no hay felicidad completa. Sin ser precisamente un out por regla – no hay que olvidar que Solís sumó turnos en Grandes Ligas – es un bateador deficiente, fácilmente dominable. Y los lanzadores de la Liga Mexicana del Pacífico, ya le tienen tomada la medida.

Para colmo de males, desde el quinto encuentro de la serie semifinal, Román Alí Solís fue protagonista de momentos claves, definitivos en el desenlace del duelo contra los verdes. ¿Cuántas veces no estuvo el bajacaliforniano en situación de producir carreras decisivas? Por lo menos cuatro o cinco, si mal no recuerdo y falló en todas, sin pasar por alto que en el sexto, en el de la paliza a favor de los guindas, si tuvo una destacada jornada ofensiva.

Esto es, por desgracia, lo que más recuerdan los aficionados y es lo que los trae de un humor del Diablo, no solo contra Solís, sino contra el manager Che Reyes, por no haber tomado la decisión en su momento. Quinto y séptimo partido, parecían pintados para Culiacán.

Insistimos, los managers, sin embargo, siempre tienen la justificación del caso. Para ilustrar esto hay que recordar, sencillamente, que esos dos juegos aquí subrayados – otra vez: quinto y séptimo – fueron esencialmente de pitcheo y que se requería, precisamente, de un tipo como Solís para garantizarle alguien del todo confiable al lanzador en turno. Por eso el Che optó por dejar a Roman en el juego; le permitió la oportunidad de batear  y este joven de 29 años de edad, con peinadito a la Pebbles, de los Pica Piedra, simplemente no pudo empujar a ninguno de sus compañeros a la registradora, cuando el asunto era cosa de una o dos carreras a lo máximo.

Desde este punto de vista, habría que darla la razón al timonel de la nave guinda; pero, a juicio del columnista, todo, como todo en la vida, el justo medio es lo más razonable. Las situaciones que se le presentaron a Román fueron ya en la parte final de los juegos, digamos que la sexta o la séptima entrada. Y de que el Che tenía opciones, las tenía: peloteros de peligro en la banca era lo que le sobraban – Alfredo Amézaga, Maxwell León, Antonio Lamas, Oscar Robles y Orozco – más el propio Iker Franco, que a estas alturas todavía lo hace muy bien detrás del plato. Hubiese sido el movimiento ideal.

O sea que don Enrique Reyes pudo haber diversificado su estrategia y no cazarse con una sola alternativa; pero no lo hizo y el Che defiende sus razones. Y bueno, así como el sostiene que lo que hizo fue lo más apropiado pues los aficionados también tienen derecho a la crítica. A la sazón, son los principales patrocinadores del espectáculo, más allá de las grandes firmas empresariales.

¿No?

Y bueno.

De que dolió la eliminación, no hay la menor de las dudas. Y no es porque haya sido ante Cañeros de los Mochis – que aquí entre nos no es de los llamados equipos grandes del circuito invernal – sino porque se tiene la percepción de que Tomateros de Culiacán estuvo a cosa de nada de la gran final.

Y lo que son las cosas:

Con todo y la eliminación en esta fase de los “play offs” hay que decir que el mérito de Tomateros es indiscutible. Hay conciencia de que el equipo tuvo carencias, como lo fueron la ausencia de uno o dos bateadores de alto calibre y la poca profundidad en su línea de pitchers abridores, que se redujo a solo tres en la eliminatoria frente a Naranjeros de Hermosillo, tras la inesperada lesión de Salvador Valdez.

En efecto, si cuatro inicialistas parecían insuficientes – cinco era lo más conveniente -, cuando Culiacán se quedó solo con tres, no fueron pocos los que pensaron que Tomateros no avanzaría más allá de esta etapa de la postemporada; pero se sobrepuso a la adversidad y se quedo, insistimos, a un tris de colarse a la gran final.

Las cosas como que se daban. Como que no. A la postre todo quedó en un buen intento.

Buena línea de bateadores la de los guindas; pero siempre hace falta el de los jonrones; excelente defensiva y poca profundidad en su rol de abridores, más un bullpen de suyo inconsistente, a pesar de los nombres de sus integrantes. Sume a esto, decisiones inexplicables, especialmente en algunos toques de bola, mal corrido en los senderos y relevistas inapropiados en determinadas situaciones. Esto da una explicación razonable de algún modo; pero no lógica porque lógica es lo que menos hay en el beisbol.

¿Estamos?

Bien.

Es la segunda vez que Culiacán será sede de una Serie del Caribe y tampoco ahora veremos aquí al equipo de casa.

Será un ajeno a nuestros afectos el que representará a la Liga Mexicana del Pacífico; pero será a ese al que tengamos que aplaudir y respaldar de manera incondicional a partir del miércoles primero de febrero, porque no solo será el que enarbolará la bandera del circuito invernal sino el de todo nuestro país.

Hay que hacerlo. En realidad no es difícil.

Hace 16 años, en febrero de 2001, tuvimos aquí a los Naranjeros de Hermosillo y todavía se recuerda la entrega incondicional de la afición de casa. Tanta que hasta un desplegado de agradecimiento publicó la directiva de los Naranjeros –en toda la prensa estatal – una vez finalizado el torneo.

Aquella vez, Tomateros de Culiacán ni tan siquiera calificó a los “play offs”, víctima de una serie de circunstancias adversas. Ahora fue más allá; pero no pudo llegar a la meta.

Hagamos nuestro al equipo campeón. Sea cual fuere. También es nuestro a final de cuentas.

Y bueno, en realidad no se da mucho eso de que, cuando la Serie del Caribe, el campeón sea el de casa. Han sido pocas las veces que así ha sucedido en realidad.

En 2013, por ejemplo, la Serie del Caribe fue en Hermosillo y los monarcas fueron los Yaquis de Obregón; en 2009, fue en Mexicali y los representantes de la LMP fueron los Naranjeros; en 2005 si coincidió: Mazatlán campeón, anfitrión y ganador de la Serie.

Y así.

Lo rescatable de todo esto es que vamos a tener pocos días de ayuno. Ya el miércoles primero de febrero (poco más de una semana) arranca la Serie del Caribe Culiacán 2017.

Por ahí nos vemos.

A manera de colofón.

Serie final inédita en la Liga Mexicana del Pacífico: Águilas de Mexicali contra Cañeros de los Mochis.

El duelo arrancará la tarde de este sábado, en el vetusto estadio “Emilio Ibarra Almada” de Los Mochis” por una sencilla razón: los Cañeros tuvieron mejores números que los Águilas en la tabla general.

Agarrón de pronóstico. Sin favorito.

Veo a Cañeros ligeramente superior. Si Mochis es capaz de llegar a la octava ronda con ligera ventaja, la llevarán de gane. Ahí está un señor de Grandes Ligas con toda la barba: Sergio Romo, cerrador estelar de los Gigantes de San Francisco.

Señores: hagan sus apuestas.

Y hasta aquí por hoy. Nos vamos ya, con nuestros deseos de siempre: que Dios los bendiga.